Los rostros, las huellas de voz y hasta el parpadeo se han convertido en oro digital. La industria tecnológica extrae datos biométricos como si no hubiera un mañana para afinar algoritmos y vender servicios, pero la reacción ya está en marcha: 23 estados en EEUU han aprobado normas que exigen consentimiento previo o prohíben la venta de datos faciales y de voz. Los reguladores lo llaman privacidad, pero los BFFs en las empresas prefieren llamarlo freno a la innovación. El punto en común: nuestros cuerpos se han vuelto una mina de datos.

Los casos contra gigantes como Google, Meta o Clearview AI han terminado en acuerdos millonarios, en gran parte gracias a leyes como la de Illinois, que permite a los ciudadanos demandar. ¿Pero qué pasa con actores más esquivos? PimEyes, un buscador facial popular entre acosadores y cazadores de identidades, escapó a la justicia al esconderse detrás de direcciones en Georgia, Dubái y Belice. No hay que ser un genio: incluso con leyes estrictas, la aplicación práctica se desmorona cuando los responsables son ghost corporations del otro lado del mundo.

Los críticos aseguran que el consentimiento digital —ese check en los términos y condiciones que nadie lee— es apenas un espejismo. Mientras tanto, en Washington los proyectos de ley federales sobre reconocimiento facial se empolvan en el Congreso, bloqueados por el lobby tecnológico. El cansancio social crece: ¿hasta cuándo aceptaremos intercambiar nuestra cara por comodidad en aeropuertos y desbloqueos de pantalla? El reconocimiento facial se presenta como inevitable, pero la verdadera pregunta es si la sociedad está dispuesta a seguir entregando su intimidad más visible a cambio de rapidez y conveniencia.

Los expertos buenos dicen que no, que los ISRS son seguros, y que desviar la atención de las armas con el tiroteo en Minnesota solo estigmatiza la salud mental. Los otros expertos malos piensan que más Prozac = más problemas. Adivina quién es quién.

Marketing para bebés. La industria de la fórmula sabe lo que hace: convencerte de que “la leche premium” hará a tu hijo más listo, fuerte y casi bilingüe. La ciencia dice que todas son iguales. La diferencia está en la etiqueta y en cuánto te sangra la billetera.

Heidi Gardner se despide de Saturday Night Live tras ocho temporadas y mil caras raras en Weekend Update. La actriz, que salió en más sketches que nadie la temporada pasada, ahora se suma a la ola de bajas antes de la temporada 51. NBC, por supuesto, shhh.

Redactor: Leoner Hernández | Editor jefe: Marcos Marín